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La mayoría de parejas que se plantean tener un hijo encaran el nuevo reto con ganas e ilusión. Pero se empiezan a venir abajo cuando pasan los meses y no llega el embarazo. Una vez asimilado el problema de fertilidad y la necesidad de acudir a la reproducción asistida, se ha constatado que un 10,1% de las mujeres sufre depresión durante el tratamiento hormonal previo a la extracción de ovocitos para la Fecundación in Vitro (FIV).

Dejar en manos de la ciencia el cumplimiento de un deseo tan importante como el de ser madre, hace que un 10,1% de las mujeres se sienta deprimida durante la primera parte del tratamiento. La ansiedad es todavía más presente, y es que afecta a un 22,2% de las pacientes. Así lo indica el primer estudio sobre frecuencia de ansiedad y depresión en mujeres en tratamiento de estimulación ovárica (EFESO) realizado en España.

La investigación ha hecho el seguimiento de 532 mujeres en tratamiento previo a la Fecundación in Vitro (FIV). La novedad que presenta este estudio es precisamente el momento que se ha analizado: otros estudios median el impacto psicológico de la reproducción asistida sobre la paciente en otras fases del tratamiento, pero esta investigación se ha fijado en el momento en que se practica la estimulación ovárica para la posterior extracción de ovocitos.

Y es que hay otras fases del tratamiento, como por ejemplo cuando ya se ha hecho la transferencia de embriones, en qué la aparición de la ansiedad es bastante evidente: la mujer espera ya saber si ha logrado o no el embarazo deseado, “pero nuestro trabajo quería conocer el impacto psicológico sin sesgos», explica Isidoro Bruna, director de la Unidad de Reproducción Asistida del Hospital Universitario Montepríncipe e investigador principal del estudio.

La psicología de la reproducción ha sido presente en los tratamientos de reproducción asistida casi desde el principio, y es que «los niveles de ansiedad y depresión que sufren las pacientes con infertilidad son equiparables a los del paciente oncológico o de dolor crónico», indica Bruna. Según el investigador, la infertilidad se lleva aún «como un estigma» y las pacientes son muy vulnerables a comentarios de familia y amigos, que no dudan en preguntar a las parejas cuándo van a formar una familia.

Bruna explica que hay más factores relacionados que afectan al nivel de ansiedad y depresión, por ejemplo, indica que la frecuencia de depresión es mayor en las mujeres que necesitan más tiempo para la administración del tratamiento y en aquellas que no se lo pueden administrar ellas mismas. «Nunca me había planteado que las mujeres pudieran valorar, por ejemplo, la facilidad de almacenamiento de los tratamientos».

Estos resultados llevan a replantear el proceso de estimulación ovárica buscando ciclos de inyecciones más cortos. De hecho, ya existen fármacos que estimulan hasta siete días y bastan con una sola inyección, pero su uso todavía no se puede recomendar de forma generalizada. También sería positivo «reducir el número de controles» si se pudiera conseguir una buena monitorización sin que fuera necesario que las mujeres visitaran a su especialista tan frecuentemente.

Sea como sea, el soporte psicológico debe seguir estando activo para las pacientes que realizan algún tratamiento de reproducción asistida. Pero Bruna, en referencia a la leyenda urbana según la cual a las mujeres con trastornos emocionales por la infertilidad les cuesta más concebir, afirma que no es verdad. Un análisis publicado en el ‘British Medical Journal’ en 2011 concluía que los factores de distrés psicológico no afectan al éxito de las técnicas de reproducción asistida.