Los niños concebidos con óvulos o espermatozoides de donante a partir de 2005 en Reino Unido, cuando tengan 18 años podrán conocer la identidad de los donantes. Pero antes, los padres tendrán que explicarles sus orígenes biológicos. En cambio, en España el anonimato es obligatorio.
El Consejo de Bioética de Nuffield es una reconocida entidad independiente que periódicamente emite veredictos éticos sobre temas de interés. Ahora ha recomendado a todos los actores involucrados en reproducción asistida que se anime a los padres a contar a sus hijos cómo fueron concebidos. Además, apoya que las personas que donaron sus gametos antes de 2005 se registren como donantes en la Autoridad de Fertilidad Humana y Embriología (HFEA), el organismo público que regula la reproducción asistida en Reino Unido.
Los expertos consultados concluyen que son los padres los responsables de contar o no a sus hijos sus orígenes biológicos, pero necesitan apoyo para tomar esta decisión. El Estado tiene una responsabilidad ética para asegurarse de que dicho apoyo se les ofrece tanto a los padres como a los propios niños cuando crecen y también a los donantes. El Consejo recomienda que las clínicas de fertilidad ofrezcan en sus servicios el asesoramiento sobre cómo afrontar este asunto, incluido en el precio básico de la reproducción asistida con gametos de donante.
El informe sobre esta cuestión se ha realizado, entre otras razones, porque en el Reino Unido crece la importancia de ser transparentes sobre la información del donante. Eso se da en un momento en que el debate sobre los genes y la conexión genética es muy importante para la sociedad en la descripción y entendimiento de las enfermedades».
Según los autores, «en los últimos años, ha habido un cambio cultural y los profesionales han pasado de recomendar que nunca se hablara a un niño sobre sus orígenes biológicos a optar por contarlo siempre. Creemos que normalmente es mejor que se les cuente, que sean sus padres quienes lo hagan y que, además, lo hagan cuanto antes».
La especialista de la clínica Fiv Madrid, Giuliana Baccino, recuerda que en 1993 la Sociedad Estadounidense de Medicina Reproductiva recomendaba a las parejas heterosexuales que tenían hijos con semen de donante no contarlo. Además, su consejo incluía que los padres mantuvieran relaciones sexuales nada más confirmado el embarazo para hacerse la ilusión de que el niño podía ser biológicamente suyo.
Sin embargo, relata Baccino, «la actitud que deberían seguir los padres es de apertura ante el niño sobre la donación, ya que los efectos negativos de conservarlo en secreto pueden ser contraproducentes para el vínculo paterno-filial».
En España, la Ley de Reproducción Asistida advierte que «la donación será anónima y deberá garantizarse la confidencialidad de los datos de identidad de los donantes por los bancos de gametos, así como, en su caso, por los registros de donantes y de actividad de los centros que se constituyan».
Lo máximo a lo que puede aspirar el hijo fruto de gametos donados es a obtener información general del donante que no incluya la identidad. Para asegurarse de que esto se cumple, las clínicas de reproducción guardan en ficheros separados las características físicas del donante y su identidad.
Sin embargo, la Ley mantiene un resquicio a la identificación: «Sólo excepcionalmente, en circunstancias extraordinarias que comporten un peligro cierto para la vida o la salud del hijo o cuando proceda con arreglo a las Leyes procesales penales, podrá revelarse la identidad de los donantes, siempre que dicha revelación sea indispensable para evitar el peligro o para conseguir el fin legal propuesto. Dicha revelación tendrá carácter restringido y no implicará en ningún caso publicidad de la identidad de los donantes».
Es precisamente esta excepción una de las que el Consejo Nuffield tiene en cuenta para pronunciarse en contra del anonimato de los donantes. Según los expertos que han elaborado el informe, no solo puede pasar que un niño desarrolle una enfermedad que haga recomendable la búsqueda de su progenitor biológico sino que, también, puede ocurrir al revés: que sea el donante el que, años después de la donación, descubra que padece una enfermedad grave.
«Se tiene que asegurar que los mecanismos funcionan en ambas direcciones», apuntan los autores del documento que, no obstante, insisten en que el riesgo de este tipo de situaciones es «muy bajo» por la cantidad de pruebas a las que se somete el semen de donante.
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