Las mujeres con mayores niveles de pesticidas en la sangre tienen mayor probabilidad de tener endometriosis, según un nuevo estudio publicado en la revista Environmental Health Perspectives.
La endometriosis es una condición crónica en la que el tejido que normalmente recubre las paredes interiores del útero también crece fuera del útero, comúnmente en los ovarios, las trompas de falopio o la pelvis, lo que causa dolores en la pelvis e infertilidad. “Afecta a las mujeres en sus años reproductivos y podría ser que hasta un 10% de las mujeres en su etapa reproductiva tengan endometriosis”, dice la autora principal del estudio, Victoria Holt, profesora de Epidemiología en la Universidad de Washington, en Estados Unidos.
“Lo que sabemos sobre la endometriosis es que es una enfermedad impulsada por los estrógenos. Las mujeres que tienen más estrógenos tienen más probabilidad de desarrollarla”, dice Holt. Se cree que algunos pesticidas organoclorados (OCP, por sus siglas en inglés), cuando entran en el cuerpo, imitan al estrógeno, lo que posiblemente contribuye a la endometriosis.
Para el estudio, los investigadores midieron el nivel de OCP en muestras de sangre de 248 mujeres con casos de endometriosis confirmados quirúrgicamente y de 538 mujeres sin endometriosis diagnosticada. En general, el 90% de todas las mujeres tienen niveles detectables de un pesticida, llamado beta-HCH, en la sangre. Los científicos divieron al grupo en dos mitades: las mujeres con niveles más bajos de beta-HCH y las de niveles más altos. Esas últimas eran 2.5 veces más propensas a tener endometriosis en los ovarios que las primeras.
Otro pesticida organoclorado, llamado Mirex, aumentó el riesgo de endometriosis en general en un 50%, al comparar a la mitad con mayor exposición con el grupo de exposición más bajo, según el estudio. Otros ocho pesticidas organoclorados medidos en el estudio no mostraron una correlación clara con la endometriosis.
“Las mujeres en este estudio probablemente estuvieron expuestas por la comida contaminada que ingirieron crónicamente”, dice el médico Leo Trasande, profesor de Medicina Ambiental en la Escuela de Medicina de NYU en Estados Unidos. Los pesticidas organoclorados fueron ampliamente utilizados en el mundo durante muchos años, pero la Convención Estocolmo de las Naciones Unidas los prohibió a inicios de este milenio.
Sin embargo, después de todas estas décadas, estos pesticidas todavía están presentes en el medio ambiente y pueden acumularse en la cadena alimenticia.
Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés), el beta-HCH tiene una vida media de siete años en el cuerpo. Generalmente se almacena en la grasa. Puede encontrarse en algunos productos lácteos, comidas grasosas y pescado. Todavía se utiliza como ingrediente de algunos champús antipiojos y lociones. La FDA (siglas en inglés de Dirección de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos) recomienda utilizar una alternativa más segura primero.
“Estos químicos son altamente persistentes y tardan años en degradarse en el ambiente. Detectamos estos químicos en la sangre de mujeres a pesar de que fueron prohibidos o severamente restringidos en Estados Unidos durante las últimas décadas”, dice la coautora del estudio, Kristen Upson, del Instituto Nacional de Ciencias Ambientales de la Salud en Estados Unidos. “En términos más generales, esto habla de la realidad de que a menudo los químicos se introducen al mercado sin muchas pruebas de seguridad”, dice Trasande. “Y posteriormente, muchas décadas después, descubrimos las consecuencias desafortunadas de esta exposición peligrosa”.
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