La laparoscopia es una técnica quirúrgica que permite visualizar directamente la cavidad pélvica-abdominal (útero, trompas de Falopio y ovarios) a través de una sonda delgada (aparato con apariencia de tubo de 1cm de diámetro llamado laparoscopio).
El laparoscopio está dotado de fibra óptica que transmite luz y permite observar las imágenes que capta del interior gracias a una videocámara diminuta que lleva incorporada.
Mediante esta técnica, se puede realizar cualquier cirugía abdominal y pélvica, así como apendicectomías, esterilizaciones quirúrgicas o pancreatectomías entre otras.
La exploración requiere una invasión mínima y consiste en hacer una pequeña incisión por encima o por debajo del ombligo para ceder el paso al laparoscopio. Antes de introducirlo, se inyecta dióxido de carbono para elevar la pared abdominal y crear más espacio para trabajar mejor y obtener una mayor visualización de la zona. Seguidamente, se inserta el laparoscopio para poder examinar el útero, las trompas de Falopio y los ovarios.
El procedimiento generalmente se realiza en el hospital, bajo anestesia general y requiere unas pocas horas de ingreso. Para su preparación, es importante que durante las 8 horas previas al examen no se ingiera ningún tipo de alimento sólido ni líquido.
Durante el procedimiento, si se realiza bajo anestesia general no se siente dolor alguno, y si se realiza con anestesia local, se puede llegar a sentir un pinchazo y una sensación de ardor en la zona de la incisión. Después de la operación, tanto si la paciente ha sido anestesiada local o general, las incisiones pueden palpitar y doler un poco. También, es probable que la paciente tenga ganas de orinar continuamente ya que el dióxido de carbono introducido antes de la intervención puede ejercer presión sobre la vejiga.
Además, otra molestia postoperatoria causada por el gas, puede centrarse en el hombro debido a la irritación del diafragma, ya que éste y el hombro comparten alguno de sus nervios.
Con la laparoscopia se pueden detectar o diagnosticar varias afecciones, como por ejemplo, una apendicitis, un embarazo ectópico, endometriosis, enfermedad inflamatoria pélvica, inflamación de la vesícula (colecistitis) o un cáncer de ovarios.
Como la gran mayoría de las intervenciones, la realización de una laparoscopia también tiene sus riesgos. Los más graves son la posibilidad de perforar un órgano, lesionar nervios, provocar sangrados dentro de la cavidad abdominal o provocar infecciones debido al arrastre de gérmenes desde el exterior.
Esta prueba está contraindicada en las pacientes con trastornos de la coagulación, con cirugías previas abdominales (posibles cicatrices o bridas quirúrgicas), en pacientes que tienen presencia de bloqueos auriculoventriculares de tercer grado, insuficiencia cardíaca o respiratoria compensada y en aquellos casos que se padezca infecciones locales de la pared abdominal.
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